Hace tiempo una cadena de televisión organizó un concurso en el que varias personas, de manera individual y en diferentes lugares, se sometían a hacer la experiencia de vivir solas en un sitio desconocido por espacio de un mes. La casa que los alojaba prescindía de teléfono, televisión, radio, comida, prensa y reproductores de audio o cinta, entre otros aparatos electrodomésticos. No se podía recibir visitas ni tampoco salir de la vivienda so pena de ser descalificados.
¿Cómo sobrevivían entonces? La peculiaridad del concurso no era la renuncia al uso de los aparatos sino a la posibilidad de usarlos a través de Internet. De hecho, como trasfondo, el concurso iba encaminado a ‘probar’ que en la actualidad era posible vivir alejados de la sociedad físicamente gracias a todos los progresos y beneficios que a últimas fechas estaba suponiendo Internet. Y es que desde una necesidad tan elemental como el hambre (cuando los participantes la sentían, hacían clic en algún restaurante de prepago con servicio a domicilio utilizando una tarjeta de crédito; el empleado llevaba la comida y la dejada en un torno del cual era recogida desde dentro de la casa) hasta otra no menos esencial como la comunicación con otras personas (ésta quedaba suplida por el chat, el “Messenger” o el “video chat”) quedaban cubiertas.
Hoy por hoy, en las sociedades donde vivimos, viene siendo cada vez más común el uso de Internet. Se hace uso de él de múltiples maneras y en muchos momentos. Hay incluso quien ha llegado a afirmar que desconocer ‘la red’ significa estar excluido de la realidad actual.
El debate ético que Internet sugiere no deja de estar en la mira de muchos analistas (al final de este capítulo también ofreceremos algunos puntos al respecto). Pero, como en otros muchos temas actuales, ¿conocemos su origen?, ¿hemos seguido su desarrollo?, ¿sabemos dónde va en este momento concreto de nuestro presente?, ¿percibimos hacia dónde se dirige?
Tanto en ésta, como en otras áreas de la realidad humana, está latente el riesgo de vivir sin reflexionar. Un riesgo que acusa ser vencido a fuerza de empeño, interés, conciencia, profundización y amor a la verdad, so pena de quedar sujetos a los vaivenes de las opiniones comunes que, las más de las veces, llevan en sí el hálito del relativismo tan extendido que se respira.
En noviembre de 1991 el Congreso de los Estados Unidos creó la Red Nacional de Investigación y Educación (NREN), para llevar el servicio a las instituciones educativas y científicas. Es importante destacar que la NREN es una red interna de redes lógicas y autónomas, y no un sistema gestionado centralmente, por lo cual tenía la flexibilidad y la capacidad de desarrollarse y ampliarse de acuerdo con la necesidad de los usuarios. Los siguientes pasos lógicos consistieron en llevar Internet directamente al hogar gracias a empresas privadas por una cuota mensual. Internet es entonces, simplemente, una red de redes a disposición del que cuente con un navegador.
Hoy día están vinculadas treinta millones de computadoras, y decenas de millones de usuarios en más de cien países. Al ritmo actual de crecimiento, muy pronto estarán conectados cien millones de equipos. Todo individuo que "navegue" en la red, es decir, que busque sitios específicos para obtener información distinta, puede sentirse abrumado por semejante avalancha.
Internet y la nueva infraestructura de comunicaciones difieren radicalmente de las de la década anterior. En la actualidad disemina la circulación de las noticias, del chisme y del rumor y por ello enfatiza la novedad y el escándalo. Pone al alcance los recursos culturales de la humanidad con una minuciosidad nunca antes conocida. Multiplica a los grupos afines a través de las fronteras nacionales. Transforma la naturaleza de los "guardabarreras": quienes determinan o modifican los gustos de los individuos pertenecientes a un círculo de ideas afines, los cuales adoptan o rechazan nuevos estilos, productos y pasatiempos.
En los últimos doscientos años la tecnología ha sido el agente de cambio de la vida moderna y sus estructuras sociales, ha transformado la naturaleza de las ocupaciones, las relaciones de la gente y se ha constituido en el medio del crecimiento económico. Sin embargo, se suele emplear el término tecnología de un modo indiscriminado, a pesar de los profundos cambios en el carácter de ésta y en sus distinciones. Para casi todas las personas la tecnología implica máquinas o modalidades mecánicas —mecanismos que desde luego aún existen—, pero la nueva tecnología de las comunicaciones y computadoras —que constituye el fundamento de la sociedad post industrial— es una tecnología intelectual, con raíces y modalidades de aprendizaje muy distintas comparadas con las de la tecnología anterior.







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